Las
ásperas manos del anciano se arrugaron una vez más. Se inclinó sobre la
estantería y sacó uno de los libros más antiguos que poseía; El lomo y las
cubiertas de piel contenían entramados dibujos y símbolos que fueron creados en
un tiempo muy lejano.
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La hormiga atravesaba el pasillo dirigiéndose
a la pared cuando el muchacho de largos cabellos color miel y piel pecosa pasó
por encima de ella sin pisarla y se acercó al anciano que se apoyaba sobre un
bastón.
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-La
sabiduría que contienen estas páginas es el resultado del conocimiento de tus
ancestros, que fueron olvidados ya hace mucho tiempo.
-¿Volverán
cuando su palabra sea utilizada?-Preguntó el chico, fascinado por la cubierta
del libro.
-Sí, y
tú deberás utilizar el conocimiento que ellos te otorgaron para cumplir con tu
misión.
-¿Cómo
voy a hacerlo si ni siquiera conozco mi propósito en esta nueva vida?-Dijo con
inquietud el chico, que ahora se asemejaba a una hoja a punto de caer de la
rama que la sostenía.
El
anciano entrecerró sus viejos ojos color musgo y le entregó el libro al
muchacho.
-Hay
energías muy poderosas que consiguieron ocultar la magia de nuestro mundo y lo
condenaron así a una evolución oscura y destructora. Tus ancestros lucharon
contra esas fuerzas que finalmente, acabaron con sus vidas y los desterraron.
Pero no se fueron sin antes prometer que volverían.
Y ha
llegado el momento de que retomes la lucha que quedó sin terminar hace tantos
miles de años. Una guerra que aún sigue su curso en otros planos dimensionales
donde el pasado sucede al mismo tiempo que el futuro. Ahora toma el libro y
bebe de la fuente de sabiduría que vive en tu interior.
El
muchacho, inclinó la cabeza en señal de respeto y salió de la casa haciendo uso
de la brújula temporal que colgaba a su cuello.
…
El
joven había viajado durante cientos de años por mar y tierra. Había cruzado
montañas rocosas y secos y áridos desiertos que golpearon su cuerpo y
afianzaron su conocimiento sobre el mundo. Pero aún le quedaba un terreno por
explorar, una última prueba.
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La hormiga viajaba por las piedras que
bordeaban el río del bosque. Siempre diminuta en su tamaño pero no en su
grandeza.
Había encontrado un grano de trigo que
posiblemente algún viajero había dejado caer y se disponía ahora a llevarlo a
su hogar.
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-Pienso
en mi hogar…-Dijo el muchacho en un susurro casi imperceptible-¡Oh Dios del
Sol, ayúdame a entender este camino! Comprendo mi misión pero no es suficiente
para alcanzar mi destino. Me siento tan perdido que solo estos bosques me
ofrecen la protección que necesito de mis propios pensamientos.
El
joven que se encontraba sentado en una roca cubierta de musgo, se levantó y se
acercó al río que se encontraba frente a él, sin saber muy bien a dónde ir pero
sintiendo la fuerza superior en su interior.
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La hormiga seguía de la misma manera su
instinto, el que le decía que lo correcto era llevar ese grano al hormiguero
sin saber muy bien por qué razón debía hacerlo. Y es que ser humano significa
tener dudas, ser hormiga significa caminar sin duda.
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El
muchacho se inclinó sobre la orilla del río y bebió agua usando sus manos a
modo de recipiente. No sabía muy bien por qué verdadera razón se había
adentrado en esa maraña de vegetación silvestre pero una voz reclamaba su
presencia, como si la conciencia del bosque le hablara.
Cansado
y descalzo como estaba, a pesar de ser tan joven en esa nueva vida, se sentía
cada vez más agotada y es que las decenas de vidas pasadas que había vivido ya
empezaban a pesar sobre sus hombros.
Fue
entonces cuando vio una brillante luz que se cernía directamente sobre la roca
llena de musgo en la que había estado sentado hacía unos minutos. Se levantó
lentamente y se acercó a la luz que se filtraba entre las nubes.
Algo se
movía en ella, algo casi imperceptible. Se acercó un poco más entrecerrando los
ojos y se agachó frente a la roca.
Una
pequeña hormiga cargaba un grano que según calculaba el muchacho, era diez
veces mas pesado que el cuerpo de la hormiga. La observó unos segundos y
entonces, como si de un rayo se tratase lo golpeó. Por primera vez, después de
cientos de vidas entendió algo sencillo y esencial de lo que no se había
percatado antes.; No existía misterio que resolver, sino que la sabiduría que
anhelaba se encontraba frente a sus ojos desde su primer nacimiento.
Miró
fascinado como aquella hormiga poseedora de una inmensa sabiduría no se
preguntaba de dónde provenía esta y no necesitaba buscar respuestas en su
exterior. Y por primera vez, el muchacho se sintió en comunión con la
conciencia que hay en todas las cosas vivas.